martes, 6 de septiembre de 2011
LA UNAM Y EL PAÍS DE LAS SOLEDADES, “...la soledad no es simplemente la ausencia de otras personas, sino vivir entre personas que no comprenden lo que uno está diciendo”
Los Polakos en México. No existe una gran unidad de propósitos nacionales, porque a final de cuentas, es un país de muchas soledades. Ya en los años cincuenta Octavio Paz escribió su estupenda obra El Laberinto de la Soledad, que tantas lecciones le habría dado a la izquierda si ésta no la hubiera menospreciado. O como lo dijo con gran hondura Isaiah Berlin, precisamente al abordar el tema del regreso del espíritu del pueblo: “...la soledad no es simplemente la ausencia de otras personas, sino vivir entre personas que no comprenden lo que uno está diciendo”. Que no comprenden o que no quieren entender porque sus intereses le dan cuerpo precisamente a su facciosa soledad. Esta reflexión viene a cuento porque hace unos días la Universidad Nacional Autónoma de México, que preside el activo rector José Narro, hizo público un valiosísimo documento para poner en claro lo que el país necesita para resolver el más agudo de sus problemas y hacerlo no dentro de las solitarias fronteras nacionales sino en el seno de la actual mundanalidad. Se trata de Elementos para la Construcción de una Política de Estado para la Seguridad y la Justicia en Democracia, documento que se bota como si fuera barco, firmado por la propia UNAM y el Instituto Iberoamericano del Derecho Constitucional, y que contiene la síntesis de valiosos foros en los que se examinaron los grandes temas de la violencia, la inseguridad y la criminalidad actualmente existente en México. Se trata de un texto fundamental en más de un sentido y de lectura obligada para todos, en especial para quienes tienen la responsabilidad de tomar las grandes decisiones en los municipios, los estados y la república entera. Pero hay un signo inequívoco de que el documento cayó en el vacío, en la soledad facciosa. El arribo de Emilio Chuayfett a la presidencia de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión obedece a este aislamiento sectario. Me explico: no es el valor de la institución el que decide la pertinencia de quien encabeza, no es el carácter fundamental de la representación nacional y popular lo que importa. Lo fundamental es tener a un controlador, al oponente del adversario (Manlio Fabio Beltrones) para que le estorbe en estos momentos de sucesión presidencial. Que hay una carga legislativa pendiente de desahogo, qué importa, si lo esencial es allanarle el camino a Enrique Peña Nieto para que obtenga la candidatura presidencial y catapultar la restauración del viejo autoritarismo mediante la persistencia de un poder casi monárquico. Si hubieran leído y asumido la visión que la propia UNAM brinda de la perspectiva de nuestro país, habrían actuado en un sentido totalmente diferente. Contra la unidad, la soledad que deja frutos, que garantiza poder. No importó el negro pasado de Chuayfett, sus servicios al nefasto grupo Atlacomulco, la soberbia que trasmina por todos sus poros, su cortesanía con el grupo de Salinas, su inexplicada responsabilidad en el genocidio de Acteal y el exceso de chinchones. Bueno: ni siquiera incluir a los propios que parezcan “los otros”, Beatriz Paredes por ejemplo. Lo que se involucró en la decisión que ahora lo encumbra fue empedrarle el camino a Peña Nieto. Seguramente esto es un signo de los tiempos que vienen: el actual gobernador del Estado de México regirá con su grupo, para su grupo y en exclusión de todos los demás. A esto llamo soledad política y no me ocuparé en este artículo más de ella. Me interesa reseñar, así sea sumariamente, lo que nos propone la UNAM con rigor analítico y con la benevolencia necesaria para convencer al país de que hay otro camino. Empezaré por lo menos importante: el gusto que me provocó que el notable documento da la razón y con largueza a quienes hemos cuestionado las políticas del gobierno en materia de seguridad. Para muchos, entre los que me cuento, fue el mensaje de que para nuestras palabras hubo oídos receptivos en la gran universidad que se preocupa seriamente por México, que se ha hecho cargo de que su estatuto jurídico le marca la ruta de estar íntegramente al servicio del país, de la humanidad, atendiendo a un sentido ético y de servicio social. A contrapelo y sin desdén de la educación superior que se imparte por los grandes capitalistas neoliberales y los brazos de la iglesia católica, ha tomado el reto y ha marcado un rumbo por el que hay que transitar. Los privados que hacen de la educación un negocio, en cambio, se preocupan por generar sus propios cuadros para la reproducción del sistema económico y, desde luego, por presentar buenos estados financieros en cada fin de ciclo; y si me apuran un poco, para procurarse su propia seguridad personal en el extranjero o en colonias residenciales amuralladas. La UNAM, con apoyo de destacados constitucionalistas de Iberoamérica, habla claro en torno a la unidad de voluntades y esfuerzos, mostrando los altos costos que el país paga por la división y la rijosidad estéril que padecemos. Su propuesta interpreta nuestra realidad para obtener definiciones esenciales y lo dice con todas sus letras: existe la altruista ambición de transformar esta realidad. Afirma categóricamente la necesidad de establecer una política de Estado con otro paradigma al dominante en materia de seguridad y justicia. Cito al documento que en su primera página dice: “El impacto de la corrupción en las instituciones y la participación de la sociedad en ella nos obliga a reconocer lo siguiente: esta propuesta de política de Estado será estéril si no se toman decisiones y realizan acciones contundentes, desde las más altas responsabilidades públicas y liderazgos privados, para reducir las prácticas de corrupción e impunidad. Debe comenzarse por las malas prácticas insertas en los círculos de alta jerarquía y hacia abajo, hasta la más modesta ventanilla”. En otras palabras, nuestro organismo necesita una cirugía mayor; y la misma, a tono con una unidad fecunda, necesita extirpar a buena parte de la clase política y la partidocracia que han llevado a lo largo de los últimos años a nuestro país a un despeñadero que pone en riesgo la viabilidad misma de México como la gran nación pluriétnica y cultural que es. La UNAM planteó la necesidad de reconocer que el soporte teórico y conceptual con el que se maneja la seguridad y la justicia en el país es insuficiente. Demasiados términos para referirse a un solo problema: “seguridad interior”, “seguridad pública”, “seguridad ciudadana”, “seguridad humana” y, particularmente, “seguridad nacional”, que de un tiempo a la fecha y en la visión del imperialismo se ha convertido en “una bolsa donde caben y deben ser contenidos todos los riesgos y amenazas”. Con este último concepto se ha justificado el intervencionismo de los Estados Unidos en otros países y entre nosotros el empleo indebido de las fuerzas armadas en detrimento de los brazos civiles del Estado, y aún la opacidad, la corrupción, la falta de rendición de cuentas y responsabilidades y la violación sistemática de los derechos humanos. Se acabó el espacio así como se ha acabado la paciencia de los ciudadanos. Donde parara esto señor San José