martes, 30 de agosto de 2011

El Niño de la calle se pregunta de quién es la culpa este desgarriate, en México, de los gobernantes, de los ciudadanos, de los políticos o que Pedo.



Por “Loom el bendito Japonéss  ”Yo no olvido que en los 60s de Gustavo Díaz Ordaz asesinaba estudiantes; en los 70s Luis Echeverría hacía  lo mismo que el anterior, sólo que amplió la derrama de sangre contra insurgentes en las sierras de Guerrero, Morelos, Chihuahua y Chiapas. López Portillo desaparecía periodistas; De la Madrid y Salinas de Gortari enterraban adversarios políticos. Por si fuera poco, con ellos se germina la semilla de narcotráfico y se internacionaliza. Con Calderón, en cinco años de su administración hemos visto que tan lejos se puede llegar  en materia de salud, e infraestructura carretera y vivienda,  y que tan negro puede ser el terror  y el daño que ocasiona el crimen organizado a la sociedad civil. Las cosas buenas ahí están, más no gozan de la misma popularidad ni compiten en los titulares con los casi 40 mil muertos en este “combate contra la delincuencia y el crimen organizado”. El sexenio del empleo simplemente se convirtió en la administración de las cifras por la inseguridad, evidentemente que la crisis financiera hizo lo propio, pero la falta de talento del gabinete presidencial  y el desdén de muchos gobernadores, han propiciado la crisis actual de inseguridad. Desafortunadamente en el sentimiento del pueblo se anidan más las tragedias que los avances, como: el accidente en el que perdiera la vida el secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño, el incendio que arrebató la vida a 43 infantes en una guardería de Sonora, la sepultura en su centro de trabajo de varias docenas  de mineros en Coahuila, la ejecución de un candidato a gobernador y la de un ex gobernador, de varios alcaldes,  de un coche-bomba en Juárez, de masacres como Salvárcar y otras parecidas en por lo menos diez ciudades del país, las decapitaciones en cualquier entidad, las llamas en Michoacán y ahora las de Nuevo León. Uno quisiera creerle a los gobernantes cuando nos dicen que la violencia y los delitos disminuyen. En lo personal me da gusto, con reservas por supuesto, cuando es atrapado o abatido un criminal, pero también,  estamos de recuperar la tranquilidad. Al contrario, cada vez  es peor la realidad a la que nos arrastran los parásitos del crimen organizado. Pareciera que  la solución no subyace en aventar toda la fuerza del estado contra los hijos de la maldad, sino en una grave crisis de anatomía, donde el pubis y el cráneo están invertidos. Ya no es suficiente redoblar el esfuerzo porque hasta la forma ha perdido de tanto doblez, ni tampoco excusarse en el discursito del hecho aislado porque ofende la inteligencia de una sociedad que  ya agotó el límite de su paciencia. A qué nuevos episodios violentos nos llevarán estos malditos desalmados, y qué tan larga es la liga   de la cordura y sensatez de un pueblo, si es que ésta todavía existe?.