Por Pendejo me atrevo a escribir, sabiendo cómo se las juegan las autoridades. Si bien es cierto, vivimos tiempos en el que el manejo cauto del lenguaje nos brindaría una más alentadora esperanza, hablar de debilitamiento de las bandas criminales cuando estas mantienen el control de muchas regiones de nuestro territorio nacional, por señalar algunas y dejando de lado los principales centros de población, resulta simplemente increíble. El alto precio social que hemos pagado hasta este momento nos da derecho a alzar la voz y pedir que estas expresiones se traduzcan en hechos palpables y que verdaderamente se vea que las instituciones de la república tienen fuerza por sobre las organizaciones que han implantado, “autoridades de facto” sobre muchos territorios en nuestro país. No basta con autoproclamarse triunfadores de la “Desgracia Nacional” que lleva 50 mil vidas entregadas a saciar la sed de drogas en los “pinches primos y primas mariguanas”, no es suficiente lo hecho hasta el momento, y no porque lo diga yo, lo revela así el índice de percepción de seguridad publicado el día 7 de noviembre del presente año por el INEGI, el cual va a la baja en su comparativo de mes a mes. En la tierra de ciegos, donde el tuerto es rey. Mi más profundo y sentido pésame a las familias de los más de 50 mil ciudadanos que ha dejado esta guerra, así como a los familiares de los 7 funcionarios entre ellos el segundo Secretario de Gobernación muerto en situaciones desafortunadas en el presente gobierno. Que el pasado 11 de noviembre pudo constatar que las condiciones del país son de alta inseguridad. La suspicacia del mexicano, es una moneda de cambio común en la agenda política; por sobre los hechos, se trata siempre de superponer suposiciones, rumores y lecturas entre líneas. Tanto opinión pública, como la misma clase política, basan muchas de sus percepciones en lo que se considera está detrás de hechos, chismes de café o de comadres en la banca todo, simplemente por chingar, en fin declaraciones o acciones. Parece un vicio inevitable y necesario para entender la vida política; pero cuando hay elementos para que se disparen los rumores es prácticamente imposible no verlos con ojos de legítima sospecha. Lo que ha sucedido con el Secretario de Gobernación Blake Mora es terriblemente trágico, y también, sustancialmente significativo. Hoy estamos de nuevo ante un panorama de luto, con el mismo temor y la misma incertidumbre, bajo el mismo esquema de sospecha que no puede ser acallada con nubosas argumentaciones técnicas. Se trata de eventos políticos de la mayor trascendencia y deben ser entendidos y explicados desde esa esfera. Será muy difícil que ahora la ciudadanía pueda creer en que se ha tratado de un accidente, ya en el caso anterior, el de Mouriño, quedaron abiertas una gran cantidad de sospechas, aunque se haya llevado todo hasta un punto en el que no se permitió ni quedó abierto el debate; pero la sospecha hoy se aviva. Convencernos ahora de las fatales casualidades parece poco menos que imposible, pero lo realmente importante no es la discusión, sino los hechos, cuáles serán los efectos de este nuevo golpe al régimen, en dónde veremos que pese, este luto sin perder el vista el contexto, el año electoral que viene. Hoy más que nunca se vale sospechar, porque la casualidad no es la respuesta más precia, porque hay mucho que entender e interpretar y porque sobre todo, lo que necesitamos es saber qué sigue. Para entender de una manera más clara las implicaciones de estos hechos trágicos, vale la pena reflexionar sobre qué significa la figura del Secretario de Gobernación en nuestra estructura de gobierno: en primera instancia, es considerado como el segundo de a bordo de un país, el brazo ejecutivo de la cabeza presidencial, y de manera muy concreta, el encargado de la política interna de nuestra Nación.