Para comenzar con mis mamadas…. O Reflexiones de siempre o como dice el niño de la calle ya me pase de tueste por fumar esa cosa QUE HUELE a petate quemado vulgar mota. Inicio con la primer pendejada “Que si voy a bajar las llantas, la espeluznante ‘chevebarriga’; que si para junio ya estaré convertido en un auténtico metrosexual y no habrá guapa que se me resista; quiero, que voy a pedir aumento de sueldo y el jefe no podrá decirme que nones y que voy a ahorrar miles de pesos, quitándome del ‘vicio’ del cigarro”. A la par, mis congéneres jurarán otras cuantas promesas de las que, a la vuelta de la esquina nos olvidaremos para darnos unas que otras licencias, como la del tabaquismo, las fritangas y el conformismo de aguantar la vara del patrón, que al fin y al cabo las chambas están más escasas que los pelos de un pescado. Sobre todo, para qué fustigarnos si bastante tenemos con los megaguamazos que nos propinan nuestras insignes castas divinas. Con toda seguridad que, en un muy esporádico destello de reflexión o des- pendejada, los susodichos habitantes del Olimpo azteca, tendrán a mano la sofisticada “Blackberry” En su caso no serán tan “pedestres” como las de sus infelices gobernados…Como ejemplo podrían proponerse el multiplicar los dineros escondiditos en alguna cuenta en el extranjero; también sería conveniente apresurarse a llenar el “cochinito” que les permitirá lanzarse al ruedo de su pleno ascenso en la jerarquía pública; se harán una y mil cuadrículas mentales, a fin de imaginar algún impuesto nuevo, esencial para cumplir con sus insignes metas y redondearán su “concienzuda” lista, pensando seriamente a quién tienen que fastidiar y aniquilar, para sacarlo del camino. Querría para todos un México mejor, en el que al fin pudiéramos tener elecciones democráticas, en el Estado de Baja California, Guerrero y el estado de México sin compra de votos, alquimias de ninguna especie y respeto absoluto a la voluntad de quienes sufraguen, pero valió madre. Esperamos que se acabe la impunidad y los privilegios de quienes creen que esta República Mexicana es de su exclusiva propiedad y por lo tanto, pueden explotarla a su antojo cabrones. Querría que estos mismos detentadores del Poder se concientizaran y entendieran la tragedia cotidiana de sus desgobernados. Que cumplieran con las obligaciones de sus cargos y se dedicaran a servir y no a servirse. Querría una plena impartición y administración de la justicia, tan equitativa y digna, como debería ser. Me encantaría que aquellos que la procuran y los que la imparten, hicieran a un lado ambiciones, corruptelas, influyentísimos y obediencias a líneas de cualquier índole, por el bien de su propia conciencia y la necesidad de millones de mexicanos, sedientos de derechos que nunca alcanzan. Querría una patria en la que cupiéramos todos, sin discriminación alguna ni diferencias marcadas por el “tener” y no por el “ser”. Que cada uno pudiera ver cumplimentadas sus necesidades y que se abatiera esa millonada de compatriotas que no alcanzan a llevarse ni un pan a la boca. Que dejara de crecer la inmunda cifra de quienes viven en condiciones de pobreza y de indigencia y que se reprodujera la ayuda a quienes más la necesitan. Querría que las castas divinas, en lugar de invertir en su promoción, dirigieran esos ríos de oro a la construcción de más hospitales, escuelas, casas de asistencia y de auxilio a los menesterosos. Querría que se hiciera más, mucho más, a favor de las familias que sufren violencia; de las mujeres golpeadas, de los niños sobre los que pesa el lastre de una agresión, que les dejará huellas para toda la vida. Querría que desapareciera la brutalidad de los mares de sangre de la lucha contra el narcotráfico. Que los distintos gobiernos se ocuparan de viudas y huérfanos. Que se les garantizaran sus derechos primarios, como el de la salud, la educación y el trabajo. Querría que se abatieran las cifras del desempleo y que se atrajeran inversiones creadoras de trabajos. Demasiadas peticiones para castas divinas divorciadas de quienes deberían de ser su objetivo único y primordial. Pero a veces olvidamos que tenemos dioses del Olimpo, más que gobernantes y que allá, desde las inconmensurables nubes de sus dichas, resulta más que imposible voltear a ver lo que sucede en una realidad a la que ni ven ni escuchan ni entienden. Cabronesssssss.