Por Loomizqui
Al Reino de Dios pertenecen los que han nacido de nuevo al conocer a Jesucristo y creerle, y ahora le obedecen y sirven como a su Señor declarándose enemigos de satanás, padre y autor de todo pecado, renunciando a las mentiras y falsos placeres de este mundo. Es un reino de luz donde todo es visible porque todo es bueno. Y son ciudadanos del Reino los que han respondido al llamado del Pastor y lo siguen porque conocen su voz. El los ha buscado y ha sanado sus heridas. Grande es su Dios y no hay otro fuera de él. Y los que le dan vida renuncian a servir a Dios y ellos ponen las leyes y normas que los rigen como sociedad humana. En estas se amparan y exigen su cumplimiento con el uso de la fuerza pública. Son devotos a los hombres, celebran sus logros y hazañas, y quieren ser parte de la historia mientras existan. El reino del hombre promueve libertad, justicia e igualdad para todos, por eso también protege el aborto, el divorcio, la prostitución, el uso de anticonceptivos, los vicios, las uniones entre personas del mismo sexo y que estos adopten y eduquen hijos conforme a su manera de ser y de pensar. Por último está el reino de la ilegalidad. Ahí no hay más ley que la fuerza y el poder del dinero. El más hábil sobresale y es al que tienen como modelo; a los débiles los matan y nadie dice nada. Se amparan en las tinieblas, el misterio y lo secreto; ninguno quiere que se sepa lo que han hecho pues todo es contra la ley. De este reino son los que tratan con traficantes de armas, drogas y personas; y los que aparentan llevar una vida digna y esconden sus fechorías, su homosexualidad y sus adulterios. Los que se aprovechan de las personas de buena fe y los engañan para obtener beneficios personales; los que hacen el mal y dicen: “no se lo digas a nadie”. Y tanto la Ley de Dios como las leyes de los hombres están en contra de estos. Por cierto: Tú, ¿A cuál reino perteneces?