lunes, 18 de octubre de 2010

EL Niño de la Calle De lo “Apendejado” que estoy con levantones, la elección de los Rectores, la bronca de Tuero, el pleito del señor Presidente del Tribunal Apolonio y el Fiscal “General” los chismes de 5 Columnas, en fin una serie de desmadres ocurridos en la semana pasada me obliga a compartir con ustedes esta reflexión. El Reino de Dios, el Reino de los hombres, y el tristemente célebre Reino de la ilegalidad.

Por Loomizqui


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Al Reino de Dios pertenecen los que han nacido de nuevo al conocer a Jesucristo y creerle, y ahora le obedecen y sirven como a su Señor declarándose enemigos de satanás, padre y autor de todo pecado, renunciando a las mentiras y falsos placeres de este mundo. Es un reino de luz donde todo es visible porque todo es bueno. Y son ciudadanos del Reino los que han respondido al llamado del Pastor y lo siguen porque conocen su voz. El los ha buscado y ha sanado sus heridas. Grande es su Dios y no hay otro fuera de él. Y los que le dan vida renuncian a servir a Dios y ellos ponen las leyes y normas que los rigen como sociedad humana. En estas se amparan y exigen su cumplimiento con el uso de la fuerza pública. Son devotos a los hombres, celebran sus logros y hazañas, y quieren ser parte de la historia mientras existan. El reino del hombre promueve libertad, justicia e igualdad para todos, por eso también protege el aborto, el divorcio, la prostitución, el uso de anticonceptivos, los vicios, las uniones entre personas del mismo sexo y que estos adopten y eduquen hijos conforme a su manera de ser y de pensar. Por último está el reino de la ilegalidad. Ahí no hay más ley que la fuerza y el poder del dinero. El más hábil sobresale y es al que tienen como modelo; a los débiles los matan y nadie dice nada. Se amparan en las tinieblas, el misterio y lo secreto; ninguno quiere que se sepa lo que han hecho pues todo es contra la ley. De este reino son los que tratan con traficantes de armas, drogas y personas; y los que aparentan llevar una vida digna y esconden sus fechorías, su homosexualidad y sus adulterios. Los que se aprovechan de las personas de buena fe y los engañan para obtener beneficios personales; los que hacen el mal y dicen: “no se lo digas a nadie”. Y tanto la Ley de Dios como las leyes de los hombres están en contra de estos. Por cierto: Tú, ¿A cuál reino perteneces?