jueves, 14 de julio de 2011

El Niño de la calle Peluquero

No mamen  me paso de lanza….“Buenas tardes. Oiga, ¿me puede cortar el pelo? Mire, lo quiero en capas; más corto de un lado que del otro; con dos remolinos: Uno en la coronilla y otro detrás de la oreja; con la patilla derecha poquito más larga que la izquierda; la nuca al rape, el copete alaciado y un mechón de diez centímetros en la sien derecha”. Le dije a la persona que me corta el pelo, hace unos días. “Nooo, oiga, pues va a estar de la  #$%&’@!”. Me contestó. “¿Verdad que sí?”. Le dije: “Pues así me lo dejó la vez pasada”. No hay derecho. Yo claramente le pedí: “Me lo corta poquito y me deja lo suficiente para peinarme con partidura a un lado”. Me rapó de la nuca y las patillas y arriba me lo dejó “de honguito”. Yo estoy de acuerdo en que hay una edad, entre los 3 y los 5 años de vida, en que peinarse de honguito está bien; hasta mono se ve uno. Pero a los 44 es patético cuando no ridículo; parecía yo jíbaro del Amazonas, oiga. Jíbaro los primeros diez días, porque los siguientes se me hacían una especie de molote como de gorila que había que aplacar de cualquier modo; con el gel que me ponía, usted podía laquear sin problemas una cocineta de proporciones modestas. Total, ahora soy otro, ya parezco conscripto otra vez.