Esa es, según dicen, una libertad jamás discutida.
Evidentemente, en lo más recóndito, cada uno piensa lo que quiere y como quiere siempre que se atenga a las consecuencias de un levantón
Por Lomizqui
Quizás fuera cierto antaño, la verdad no creemos que en México esto se dé utilizando la inocencia del “niño de la calle” algo de nuestra libertad, ya no lo es hoy en día, quienes sean, donde estén, se encuentran sometidos, en todo momento, en la calle, en la oficina, en la fabrica, en el taller, en su trabajo, en su descanso, en sus distracciones, y hasta en la intimidad del hogar, por medio de la imagen, del libro, de la prensa, del cine, de la radio, de la televisión, a la acción constante, permanente, absorbente, abierta o insidiosa, brutal o disimulada de la propaganda “Pandemocratica”. Nos tienen hasta la madre estos políticos, al punto de un estallido social pero le sacamos la vuelta.Hasta tal punto, que los espíritus mejor formados, los más fuertes, los más independientes, se encuentran cautivos a pesar de ellos, y sin que ellos mismos den cuenta, influenciados por la supuesta “Demo” en cuanto a los demás se encuentren fácilmente intoxicados, subyugados, aplazados, aniquilados, vaciados. Una inteligencia colectiva, ,democrática, sustituye la inteligencia de cada uno, impone sus dogmas, sus formas de pensamiento, rígidos, inviolables; la conciencia universal democrática, sustituye a la conciencia individual, y ella es la que fija de manera irrevocable lo que es verdadero y lo que es falso, lo que esta bien y lo que esta mal, lo que es hermoso y lo que esta feo, lo que es legal y lo que es criminal, lo que es justo y lo que es injusto, lo que es razonable y lo que es insensato. Y lo que es verdadero, lo que es bueno, lo que es justo, lo que es hermoso, contribuye a glorificar la Democracia. Y lo que es falso, lo que es malo, lo que es feo, lo que es criminal, es todo lo contrario de la Democracia. Esta sujeción no solo se ejercita con respecto a la moral. Con respecto a la propaganda, con respecto al espíritu, también se ejercita en la práctica con respecto a la vida política. De hecho, el feliz ciudadano de una democracia tiene todas las libertades menos la de no ser demócrata. Para convencer a los recalcitrantes se emplean todos los medios legales o para-legales, y cuando estos medios parecen insuficientes, se recurre a los medios ilegales, a la fuerza. Numerosos son los ejemplos, en todas las épocas y en todos los países. Los gobiernos llamados autoritarios no admiten los ataques contra las bases de un régimen y en esto son lógicos con ellos mismos; no engañan a nadie. La democracia tampoco los admite, y con ello se engaña a ella misma, y no es más que una dictadura camuflada, la peor, la más abyecta, la más peligrosa, por que es la más hipócrita, la más envidiosa. Los felices ciudadanos de una democracia son libres al igual que “el condenado a muerte” lo que es de pasearse sobre los dos metros cuadrados de su “apando”.
sábado, 20 de marzo de 2010
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